viernes, noviembre 19, 2004


Kennedy y Domínguez

miércoles, noviembre 17, 2004

Detectives

Cuando era niño, mi madre varias veces me dijo que los abogados a veces tenían que “hacerle al detective”. Obviamente, en ese momento ni siquiera puse atención ni traté de descifrar el sentido de la frase. Lo único que recuerdo fue haber concluido que seguramente mi madre no era muy buena para tales menesteres, ya que yo veía que Mágnum seguía pistas y rastros por todo Honolulu sin el menor problema, y en cambio, mi madre me capturaba durante parte de mis vacaciones para que la “llevara” o más bien la guiara a los juzgados provisionales que se constituyeron en la calles de Homero u Horacio - los de Niños Héroes se habían caído en el terremoto- porque ella "se perdía en el horroroso Polanco”. Tal vez algún día les cuente cómo una vez que fue sola perdió –sí, perdió- su coche en esa zona y tuvimos que ir a rastrearlo mi papá y yo al día siguiente, que afortunadamente era sábado. Pero esa es otra historia.

Ahora creo entender un poco a mi madre, ya que en algunas ocasiones he tenido que apertrecharme para ver a qué hora sale o llega un demandado al que hay que embargar o desalojar, o he tenido que seguir a escurridizos padres de familia con ingresos no comprobables para ver en dónde trabajan y así reclamar la correspondiente pensión alimenticia. Sin embargo, al parecer muchos colegas nos hemos cansado en vano, ya que ahora –o talvez desde hace mucho tiempo, qué más da- ya hay especialistas que hacen eso y se llaman a sí mismos detectives o investigadores privados. Sí, como lo oyen; muy al estilo del mencionado personaje de Tom Selleck, pero sin la indumentaria floreada… o eso espero.

Yo tuve plena conciencia de esto recientemente, al recibir la tarjeta de “Kennedy y Domínguez, Detectives”, y la foto que la adorna me hizo reflexionar sobre la actividad detectivesca.

Es indudable que el estereotipo del detective pertenece al personaje de Connan Doyle que todos conocemos: el grande entre los grandes Sherlock Holmes, detective consultor, además de excelente espadachín, boxeador, violinista y actor dramático. Sin embargo, la efigie de tal detective y su indumentaria resultan ser el verdadero “estereotipo visual”, por decirlo de alguna manera, y estos no fueron creados por Sir Arthur, sino se fueron gestando a lo largo del tiempo y gracias al cine, como sucedió igualmente con la frase célebre “Elemental, mi querido Watson”, que no se menciona nunca en las 4 novelas y 56 cuentos dedicados al entrañable personaje.

Paréntesis: Espero que esto aclare las dudas de las personas, cuyos nombres dejaré en el anonimato, que me han preguntado si existió y en qué época vivió Sherlock Holmes.

Como sea, la mencionada efigie conocida por la generalidad, la constituye una silueta de perfil con un gorro de caza o sombrero –puede variar-, así como un saco o capa, siempre de “tweed” tipo escocés, y sosteniendo en boca y manos una pipa curva. Estos últimos detalles son los que diferencian a la figura de Holmes del logo de la estación Fray Servando de nuestro Metro, que sería igualita de no ser por estos elementos típicos británicos.

Pues bien, esa es la imagen que trata de evocar la “firma” Kennedy y Domínguez a través de la imagen del señor barbicano que en la parte posterior de la tarjeta –arriba del tradicional calendario- promete ser “Don Carlos”(no se sabe si don Carlos Kennedy o don Carlos Domínguez, sino Don Carlos, a secas), quien brinda atención personalizada. Sin embargo, creo que es legítimo preguntarse qué tanto coincide Don Carlos y su actividad, con Holmes, Dupin y en una de esas, hasta con Belascoaran Shayne, detective mexicano y a la mexicana bastante raspa.

La conclusión de la reflexión la dejaré para otro día, ya que la intención de este blog es solamente dejar el apunte y compartir la tarjeta con ustedes para que hagan sus propias conjeturas. Sin embargo, adelanto una primera inquietud: Según su carta de servicios, Kennedy y Domínguez investiga desde robos –simples y en su modalidad hormiga- hasta “conducta sospechosa”. Obviamente la investigación del hurto también la hacía Holmes, pero él solo tomaba casos de robo de diademas de berilio, exóticos carbunclos azules y joyas de la corona danesa, piezas generalmente únicas y valiosas, y nada producido en masa y a bajos costos. Así, no me imagino un robo hormiga de joyas, ni siquiera arrancándole gemas a las mismas con cierta periodicidad y tapando el espacio con chicle, espejitos o chaquiras. Por tanto, tampoco puedo imaginar al detective inglés ensimismado tratando de descifrar el extraño caso de la desaparición del stock de ligas y clips de la oficina del cliente…