Estaba hace unos días en una oficialía de partes, no importa cual, viendo como llegaba un colega y 4 chalanes cargando cajas que al parecer contenían copias de traslado. Creo que todos sabemos que la mayoría de esas hojas nunca se leerá, además de ser una verdadera chinga el tener que presentar sendos tambaches de papel bond que irán directamente a la basura. De ahí, retomé la idea de un amigo, quien influenciado por esa excelente película que es “Héroe”, sugirió que al estilo de tal filme deberíamos litigar en lo profundo de nuestras mentes.
No negarán que la idea suena tentadora. Los que vieron la película podrán imaginarse volando y corriendo sobre el agua, pero no precisamente articulando mortíferas coreografías de kung fu, sino tal vez atravesando ágilmente el Canal de Chalco en un día de inundación, prestos a presentar el escrito de ofrecimiento de pruebas en un juicio maldito del "Edomex" que nunca debieron tomar.
Sin embargo, mientras veía como vaciaban las cajas con una gran sonrisa sin importarles lo pesado de cada juego de copias, pensé: "Pobre del cabrón que tenga que contestar esa madre en 9 días. El abogado de la actora ya está salivando imaginado la mediocre contestación que saldrá..." Y entonces caí en cuenta de lo que realmente pasaría.
Es evidente que la primera pelea a nivel mental de la película entre ´"Sin Nombre"(no confundir con el Innombrable) y "Cielo", parte de tres cualidades que son sus presupuestos fundamentales: la concentración, la precisión y el honor. Sólo así pudo llevarse a cabo. Pensemos ahora si en un juicio a la mexicana tendrían cabida tales virtudes...y menos aún en una dimensión mental.
Estoy seguro que lo primero que haría la contraparte sería incorporar mil y un elementos de confusión para no poder ser preciso en una estocada, o perdón -me quedé pensando en combates-, en el ejercicio de una acción. Haría aparecer de la nada miles de contratos balines de fecha incierta, poderes para pleitos y cobranzas sin la transcripción del 2554, o pagarés con cláusula arbitral para resolverse ante la Cámara de Comercio de Liberia, que en un superpoder llamado "Tifón del Mar de China" (o bueno, "Huracán Paulina, si quieren) se confundirían inexorablemente con los documentos basales. Así, no podría haber la mínima precisión por parte del actor, ni siquiera para poder presentar una demanda decente.
Posteriormente, si se logró contrarrestar tal superpoder presentando diversas demandas ad cautelam en dimensiones mentales diferentes, seguramente el demandado haría pasear literalmente por todos los círculos del infierno al actor en compañía del actuario persiguiendo un número oficial cambiante, teniendo que designarse cada 5 o 6 segundos nuevo domicilio para emplazar. Y bueno, contra esas millones de demandas no se tendría que recurrir a ningún superpoder, sino a las clásicas excepciones de litispendencia y caducidad de la instancia.
Y qué decir del honor en un país donde la regla son esas utilísimas tácticas procesales dilatorias -a veces incluso perentorias- que con tanto cariño llamamos "chicanas".
Imaginemos en un efecto tipo Matrix, una infinidad de personas reproduciéndose a sí mismas como el agente Smith, pero promoviendo miles, millones de amparos en calidad de terceros llamados a juicio en una controversia de arrendamiento, solicitando, por supuesto, la suspensión. Pensemos en una contraparte condenada en ambas instancias, que en vez de dar heridas no letales en lugares estratégicos para que no muera el oponente, como lo hace Jet Li en la película, tenga la habilidad de crear conceptos de violación en el amparo directo con la precisión quirúrgica necesaria para que se lo concedan "para efectos", ocasionando un círculo vicioso de reenvíos a la Sala o Unitario responsable que dure más de 300 eras. O bueno, siendo más burdos, pensemos qué tan peligroso sería alguien que desarrollara una habilidad tan útil como el golpe letal de "Sin Nombre" a solo diez pasos del Rey de Qin, pero que consistiera en que a diez pasos de distancia del actuario en un emplazamiento y embargo, pudiera arrancar el pagaré del expediente y comérselo antes de que puedas gritar:¡Mi derecho incorporado!
En fin, no podría asegurar que pensé todo esto mientras estaba en la fila o ha estado en lo más profundo de mi mente por eones. Tampoco puedo tener certeza si estos burdos ejemplos pueden ilustrar lo que sería meterse al cerebro de un litigante de Niños Héroes como se metieron al de John Malcovich, o todavía estoy en pañales en eso del litigio. Lo que sí puedo asegurar es que del infierno imaginado y colorido salté al infierno en vida –es color sepia, como las ventanas de la oficialía, se los juro-cuando a las 8:56 PM quien me había recibido el escrito 3 minutos antes regresaba para decirme: "Lic. Fíjese que no le voy a recibir porque..."
viernes, agosto 26, 2005
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